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lunes, 14 de diciembre de 2009

De cómo Cristina ve a las fieras.

"Y entonces estábamos en la playa mientras el sol nos tostaba la piel a más de los 37º.
La sonido de la dulce danza de las olas que iban y venían profanaron en mis oídos. Sentía los granos de arena cálidos adheridos a mi cuerpo. Abrí los ojos, anteriormente pestañeé.
Estaba él recostado sobre su brazo derecho mirándome como a un tesoro que jamás querrían que le arrebataran..."

-Por favor Cristina, ¿puedes atender en clase?

El profesor de Biología y Geología repartía las notas de los últimos exámenes del trimestre.
Extasiados esperábamos las notas, yo con desgana, y muchos otros igual.
Las miradas recorrían el aula de un extremo a otro: envidia, rencor, odio y desesperación.
"¿Qué has sacado?" La típica pregunta que todos hacían para poder compararse con los demás.
"No te importa" seguía siendo mi respuesta habitual.
Mucha rivalidad en las personas de aquella sala, aquellas miradas que desgarraban a las personas con solo observarlas durante segundos...
Y más tarde, muchos de éstos restriegan sus sobresalientes y notables a ciertos de los suspendidos.

"Juro que te sacaría los dientes si pudiese morderte".

Miradas falsas, personas más aún. Risas, rivalidad y humillación.
"Déjame ver tu examen".
Comparaciones a diario, el trabajo ¿esfuerzo? no. Rivalidad es la palabra.
La envidia se les acumula hasta convertirse en odio.


La música amansa a las fieras. ¿Y qué? En mi clase las fieras cada día se reproducen y como si nada, la persona que menos te esperas, se convierte en una de ellas.
¡¡Estamos infectados!! Mire a donde mire, las veo.



Y más tarde, el profesor recoge los exámenes y yo vuelvo a sumirme en mis pensamientos o allá dónde continuaba mi historia.


Cristina.








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